Confianza en el Señor: Salmos 31.1-24


1 Señor, en ti busco protección;

¡no me defraudes jamás!

¡Ponme a salvo, pues tú eres justo!

2 Dígnate escucharme;

¡date prisa, líbrame ya!

Sé tú mi roca protectora,

¡sé tú mi castillo de refugio y salvación!

3 ¡Tú eres mi roca y mi castillo!

¡Guíame y protégeme; haz honor a tu nombre!

4 ¡Sácame de la trampa que me han tendido,

pues tú eres mi protector!

5 En tus manos encomiendo mi espíritu;

¡rescátame, Señor, Dios de la verdad!

6 Odio a los que adoran ídolos inútiles.

He puesto mi confianza en el Señor.

7 Tu amor me trae gozo y alegría.

Tú has visto mis tristezas,

conoces mis aflicciones;

8 no me entregaste en manos del enemigo;

¡me hiciste poner pie en lugar seguro!

9 Señor, ten compasión de mí,

pues estoy en peligro.

El dolor debilita mis ojos,

mi cuerpo, ¡todo mi ser!

10 ¡El dolor y los lamentos

acaban con los años de mi vida!

La tristeza acaba con mis fuerzas;

¡mi cuerpo se está debilitando!

11 Soy el hazmerreir de mis enemigos,

objeto de burla de mis vecinos,

horror de quienes me conocen.

¡Huyen de mí cuantos me ven en la calle!

12 Me han olvidado por completo,

como si ya estuviera muerto.

Soy como un jarro hecho pedazos.

13 Puedo oir que la gente cuchichea:

“Hay terror por todas partes.”

Como un solo hombre, hacen planes contra mí;

¡hacen planes para quitarme la vida!

14 Pero yo, Señor, confío en ti;

yo he dicho: “¡Tú eres mi Dios!”

15 Mi vida está en tus manos;

¡líbrame de mis enemigos, que me persiguen!

16 Mira con bondad a este siervo tuyo,

y sálvame, por tu amor.

17 A ti clamo, Señor;

¡no me hundas en la vergüenza!

¡Hunde en la vergüenza a los malvados;

húndelos en el silencio del sepulcro!

18 Queden en silencio los labios mentirosos,

que hablan con burla y desprecio

y ofenden al hombre honrado.

19 ¡Qué grande es tu bondad con aquellos que te honran!

La guardas como un tesoro,

y a la vista de los hombres

la repartes a quienes confían en ti.

20 Con la protección de tu presencia

los libras de los planes malvados del hombre;

bajo tu techo los proteges

de los insultos de sus enemigos.

21 Bendito sea el Señor, que con su amor

hizo grandes cosas por mí

en momentos de angustia.

22 En mi inquietud llegué a pensar

que me habías echado de tu presencia;

pero cuando te pedí ayuda,

escuchaste mis gritos.

23 Amad al Señor, todos vosotros, sus fieles.

El Señor cuida de los sinceros,

pero a los altaneros

les da con creces su merecido.

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24 Dad ánimo y valor a vuestros corazones,

todos los que confiáis en el Señor

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